martes, 18 de enero de 2011

Monólogo del etarra

No me gustan la purrutxalda ni el bacalao al pil-pil: prefiero la paella y la comida basura ; la Coca-cola y la cerveza, al vino Rioja ó el txakolí; la música bacalao ó el heavy rock, al Orfeón Donostiarra y, por supuesto, la gorra de basket a la txapela. En cuanto al clima, estoy hasta los mismísimos del txirimiri, el frío y la niebla. Me gusta el buen tiempo y el calor sin que sea agobiante, del tipo de Canarias. Y en lo concerniente al nacionalismo, me considero callejista. Es decir, que amo mi calle donde nací porque es lo único que conozco al no haber salido de mi pueblo nada más que para hacer el servicio militar en el CIR de Araca, en Gasteiz.Supongo que he dejado suficientemente claro que si deseé entrar en ETA fué única y exclusivamente por follar. Estaba harto de matarme a pajas y de ver a Carapedo, del comando Donosti, follarse a las mejores tías del pueblo cada vez que aparecía. Y eso que era igual de feo que yo, que ya es decir, porque feo soy un rato. De hecho, mi fealdad fué el mayor inconveniente que tuve para entrar antes en ETA. "Mira, Joseba, me dijo entonces Pitxafloja, el jefe del comando,para ser de ETA hay que poder pasar desapercibido. Conviene no ser guapo, pero tampoco tan feo, joder. Colócate para cobrar morosos, es un consejo de amigo. Además, esto de ETA es para románticos y gente sensible como yo, coño, y creo que estas 2 virtudes son desconocidas por ti. Cuando tú nacistes Dios debía de estar cagando".No debió de tardar mucho Dios en volver al retrete, porque al mes siguiente de esta instructiva conversación Pitxafloja murió reventado por una bomba que estaba preparando en un coche. Sus restos quedaron esparcidos por el interior del vehículo, y su pitxa colgaba del espejo retrovisor interior más floja que nunca.Estos accidentes eran cada vez más continuos debido en gran parte a que la organización ya no daba cursillos de adiestramiento a sus comandos en países como Argelia, Francia, Venezuela ó México al ser presionados internacionalmente. Por otra parte, la eficacia policial del estado opresor español acabó desarticulando numerosos comandos y ETA, a medida que pasaba el tiempo, necesitaba más personal dispuesto para la causa. Había llegado mi ocasión de oro para entrar en ETA y no podía desperdiciarla. Tenía que follar ó moriría virgen al paso que iba. Lo hice saber (lo de follar, no: lo de entrar en la organización) por el conducto más cercano y a la semana me dieron la respuesta.En el bar donde solía tomar txikitos con la cuadrilla me entregaron una caja de Farias y me dijeron que los siguientes días acudiese a la misma hora a la taska en que estábamos. Abrí la caja en mi casa y había una pipa Star, seguramente robada a algún txakurra, ya que parecía usada, dos cargadores, una caja con balas y un folleto de 2 páginas con las instrucciones de uso del arma. Menos mal que venían en espa ñol, porque de haber sido en euskera no habría entendido ni papa. Chapurreaba 4 palabras en batúa, pero nada más. El caso es que leí las instrucciones, que no eran difíciles, volví a meter todo en la caja y la escondí en lo alto del armario de mi habitación. Salí a la calle para ver si las tías olían que era de ETA y me querían follar, pero tampoco tuve suerte. A los 3 días me encargaron el primer trabajo. Al restaurante Mitxelena de nuestro pueblo acudía a comer un confidente del que me dieron la foto. Tenía que descerrajarle un tiro entre ceja y ceja cuanto antes, es decir, sin esperar a que se hiciese abuelo.Los días siguientes acudí al restaurante a cuenta de la organización, aunque pidiendo el menú a sugerencia de ellos porque andaban mal de finanzas, según me dijeron cuando me hicieron el encargo y me entre garon 2 mil duros. Claro que con esta cantidad de dinero no hacía falta la sugerencia y menos a mí, que había entrado en ETA para follar y no para comer. El confidente acudía al restaurante de lunes a viernes, como pude comprobar los 2 últimos días que le observé desde la barra del bar comiéndome un bocadillo porque ya estaba en las últimas de los 2 mil duros que me dieron. Decidí actuar el lunes siguiente. Pasé el fin de semana nervioso pero contento porque ya me quedaba menos para echar un polvo. En cuanto se enterasen las chicas del pueblo, y sobre todo Ainhoa que me tenía loco y no me hacía ni caso, la muy cabrona, no iba a dar abasto. Ya me las imaginaba en fila india y yo diciendo: no, hoy contigo no, Arantxa. Tú sí, Edurne, que se te va a pasar la edad. Estíbaliz, otro día que hoy no puedo.Llegó el lunes, día señalado para mi bautismo de fuego, y cogí la pipa con un cargador sólamente, para qué más. Tenía que cargarme a un solo tío y mi puntería era buena según demostré en la mili. Claro que de éso hace ya unos años, pero bueno, no iba a pensar en dificultades. Además, habían encargado al Condones ayudarme y cubrirme la huida. Al Condones le llamábamos así porque era el hijo del farmaceútico del pueblo y surtía a toda la banda de preservativos menos a mí por razones obvias. Muy pronto sería su cliente más asiduo. Le recogí en la taxka y nos encaminamos al restaurante. Pedimos 2 orujos porque estábamos nerviosísimos y eso que él se había tomado un Valium. A mí me ofreció pero no se lo acepté a pesar de que me temblaban las piernas. Quería aparentar serenidad, pero creo que no lo lograba. El Condones me miraba preocupado y sudando, con muy mala cara. Apareció el confidente y fué a sentarse a una mesa. Le pusieron el vino y le tomaron nota. Cuando el camarero se metió en la cocina hice una seña al Condones y me fuí al lavabo para preparar la pipa. Al pasar por el pasillo vi colgadas 2 chaquetas de camarero y me puse una. Preparé el arma y la quité el seguro. La metí en el bolso de la chaqueta sujetándola con mi mano derecha y me dirigí al comedor. Para darme ánimos, pensé para mis adentros: "un tiro,¡Pam!, y a follar".Llegó el lunes, día señalado para mi bautismo de fuego, y cogí la pipa con un cargador sólamente, para qué más. Tenía que cargarme a un solo tío y mi puntería era buena según demostré en la mili. Claro que de éso hace ya unos años, pero bueno, no iba a pensar en dificultades. Además, habían encargado al Condones ayudarme y cubrirme la huida. Al Condones le llamábamos así porque era el hijo del farmaceútico del pueblo y surtía a toda la banda de preservativos menos a mí por razones obvias. Muy pronto sería su cliente más asiduo. Le recogí en la taxka y nos encaminamos al restaurante. Pedimos 2 orujos porque estábamos nerviosísimos y eso que él se había tomado un Valium. A mí me ofreció pero no se lo acepté a pesar de que me temblaban las piernas. Quería aparentar serenidad, pero creo que no lo lograba. El Condones me miraba preocupado y sudando, con muy mala cara. Apareció el confidente y fué a sentarse a una mesa. Le pusieron el vino y le tomaron nota. Cuando el camarero se metió en la cocina hice una seña al Condones y me fuí al lavabo para preparar la pipa. Al pasar por el pasillo vi colgadas 2 chaquetas de camarero y me puse una. Preparé el arma y la quité el seguro. La metí en el bolso de la chaqueta sujetándola con mi mano derecha y me dirigí al comedor. Para darme ánimos, pensé para mis adentros: "un tiro,¡Pam!, y a follar".Estoy enfrente del confidente, voy a sacar el arma y...me tira una cestita que instintivamente cojo en el aire, dejando la pistola en el bolso, y oyéndole decir: "Pan". Me quedé petrificado por unos instantes. Giré sobre mí mismo y me dirigí a la calle con cestita, chaquetilla y seguido del Condones que no se explicaba nada de lo que había pasado.




Hasta 3 encargos más me hizo la organización por falta de personal, que no por ganas, y en los 3 fallé no por mi impericia, todo hay que decirlo, sino debido a causas imprevistas. Txiki Benegas fué el siguiente. Acostumbraba a ir una vez al mes a Vitoria para reunirse con la ejecutiva de los socialistas vascos y solía tomar café en el pub de un amigo en la avenida Gasteiz, según una confidencia, mientras los escoltas le esperaban en el coche. Era una ocasión preciosa y única para realizar la acción ya que el local disponía de salida de emergencia por la puerta trasera. El día que me encomendaron hacerlo hubo una despedida de soltero de un picoleto y el pub estaba lleno de ellos además de Txiki y sus escoltas que se sumaron a la juerga.El siguiente fué Ramón Jáuregui siendo Delegado del Gobierno en el País Vasco. Asistiría a un espetáculo de magia en el teatro Arriaga de Bilbao y al finalizar el mismo, aprovechando el tumulto, tenía que meterle 3 tiros mientras otros compañeros lanzaban petardos y cohetes dentro del teatro. Pero el último mago se fijó en mí, me hizo subir al estrado y me hipnotizó. Cuando desperté, las mujeres de la limpieza se estaban cambiando de ropa para marcharse.Y el tercer encargo fué el acabóse. Se trataba de eliminar a un picoleto que siempre iba a su casa sólo y por el mismo camino. A simple vista parecía fácil y lo más seguro es que me lo encargaron para ver si me estrenaba ya de una puñetera vez. Acudí al lugar señalado con el Condones y me propuse no fallar. Llevaba ya un año en ETA y nadie se había enterado. Así que seguía sin follar. Ya está bien, me dije, ahora ó nunca. Por el espejo retrovisor de nuestro coche robado vimos que se acercaba el picoleto. Cuando nos sobrepasó preparé el arma, eché la recámara para atrás y...una potente moto pasó por nuestro lado dándo me un susto de muerte. Se me disparó el arma y noté que me estallaban los huevos. Cuando desperté en la consulta de un médico conocido acerté a oírle: "Joseba, se acabó el follar para tí".


FIN

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